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La obesidad es una enfermedad crónica de la cual se habla desde hace aproximadamente 2500 años; sin embargo, ahora se considera una epidemia debido al alto número de personas afectadas en todos los grupos de edad alrededor del mundo. El problema en si no es el peso, es más bien las enfermedades que se asocian a él, pues el sobrepeso y la obesidad aumentan significativamente el riesgo de padecer hipertensión, diabetes, dislipidemia, reflujo gastroesofágico, enfermedades cardiovasculares, accidente cerebrovascular, apnea obstructiva del sueño e incluso cáncer. Es por eso, que es muy importante conocer cómo se diagnostica, encontrar la causa de la misma y hacer un manejo multidisciplinario dirigido a cada paciente y sus necesidades.
Existen distintas estrategias que deben emplearse para el diagnóstico correcto de la obesidad y así determinar el riesgo particular de cada paciente. Estas, deben usarse en conjunto para que sean acertadas y efectivas. Una de ellas es el índice de masa corporal (IMC), que en general es el primer paso para determinar el grado de obesidad. Su estimación está dada según el resultado de la división del peso sobre la estatura al cuadrado, lo cual permite incluir a cada paciente en un rango específico:
Otro parámetro a tener en cuenta, es la medición de la circunferencia abdominal, sobre todo en aquellos pacientes con un IMC entre 25 y 35 kg/m2. Una circunferencia para los hombres por encima de 102 cm y de 88cm en mujeres, es considerada elevada e indica más riesgo de padecer enfermedades cardiometabólicas tales como diabetes, hipertensión, hígado graso y altas tasas de mortalidad. En pacientes con un IMC mayor de 35 kg/m2 no es necesario medir la circunferencia pues se asume que todos tendrán una medición por encima del límite normal, por lo tanto, también se encuentran en alto riesgo cardiovascular. Adicionalmente, es importante ordenar una serie de exámenes de sangre para evaluar algunos aspectos como la glucosa, los lípidos o grasas, entre otros, que permiten tener una idea del estado general del paciente.
Todo lo anterior, debe estar relacionado con un examen dirigido por parte del médico tratante, y unas preguntas clave para añadir a la historia clínica que den ideas sobre el origen de la ganancia de peso y orienten hacia futuras intervenciones. Se debe indagar sobre la edad en la que se inició el aumento de peso, por ejemplo, el aumento de peso después de los 18 años, así fuese poco, aumenta el riesgo de padecer diabetes independientemente del rango en el cual se encuentre el IMC. También, se deben tener en cuenta eventos asociados a la ganancia, planes anteriores de pérdida de peso, cambios en patrones alimenticios, historia de actividad física, medicación actual o previa, e historia de tabaquismo. Todo con el objetivo de diseñar estrategias eficientes que perduren en el tiempo.
La meta cuando se inicia un plan de control de peso es prevenir, tratar o revertir las complicaciones de la obesidad y mejorar la calidad de vida del paciente. Como se planteó anteriormente, lo principal es categorizar la obesidad y estratificar el riesgo, y según esto se pondrán sobre la mesa las diferentes opciones.
Inicialmente en cualquier plan de pérdida de peso, la primera opción siempre será hacer cambios en el estilo de vida, y el éxito de los resultados dependerá de la adherencia de cada paciente a ellos. Estos implican cambios en la alimentación, diseñar una rutina de ejercicio y mejorar la relación con la comida. Para aquellos pacientes con una obesidad clase II – III, obesidad clase I de muy alto riesgo debido enfermedades de base asociadas o aquellos que no son candidatos únicamente a intervenciones en los hábitos de vida, se encuentran otras opciones viables de tratamiento tales como la terapia farmacológica, el uso de dispositivos o la cirugía bariátrica.
La terapia con medicamentos puede ser considerada para pacientes con un IMC entre 27 Y 30 kg/m2 con comorbilidades, o que no han llegado a la meta de pérdida de peso con cambios en el estilo de vida. Esta ofrece varias opciones con buenos resultados, la clave está en analizar cuál se adapta mejor a cada paciente. La decisión de iniciar esta terapia debe ser como todas las demás, guiadas por el especialista para valorar el riesgo vs el beneficio de su uso.
Entre otras opciones terapéuticas, se encuentran los diferentes dispositivos, que podrán considerarse en aquellos pacientes con un IMC entre 25-55 kg/m2 en los que los medicamentos no son efectivos o no se toleran, en pacientes que no pueden o no quieren someterse a una cirugía bariátrica, o como terapia puente antes de la cirugía bariátrica. Un ejemplo es el balón intragástrico. Este dispositivo, se introduce vía endoscópica y se llena con solución salina con el objetivo de “ocupar espacio” en el estómago, dejando menos capacidad para la comida y produciendo sensación de saciedad. Este está indicado junto con acompañamiento nutricional y actividad física. El especialista analizará detalladamente cada paciente y determinará si es apto para la utilización del mismo.
Por último, la cirugía bariátrica es una opción para pacientes en quienes las terapias convencionales y farmacológicas no surtieron el efecto deseado, además que se encuentran con un IMC ≥40 kg/m2 o un IMC entre 35- 39.9 kg/m2 con al menos una comorbilidad seria. Vale la pena considerar que, aunque esta opción se considera más radical, es segura y con buenos resultados a largo plazo.
Finalmente, es importante resaltar que la obesidad es un tema que requiere toda la atención del personal de salud, de las entidades prestadoras de servicios y de la población en general, debido a que es determinante emplear estrategias para diagnosticar esta patología a tiempo y encontrar soluciones para enfrentarla, partiendo de la base de que en las últimas dos décadas se ha triplicado, y es la responsable del deterioro en la calidad de vida de millones de personas alrededor del mundo. Todas estas opciones de tratamiento, incluidas algunas que no se mencionaron, han demostrado a lo largo del tiempo y la experiencia, ser eficientes en el manejo de esta enfermedad. Lo importante siempre será elegir un equipo de profesionales debidamente entrenados y apoyarse en programas integrales, pues mantener un peso saludable, solo podrá lograrse con cambios que poco a poco se conviertan en hábitos de vida.
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