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Las proteínas, del griego “proteicos” que significa “primordial” o “primer lugar”, son el componente principal del organismo. Son macromoléculas que desempeñan el mayor número de funciones en las células de los seres vivos, forman parte de la estructura básica de tejidos (músculos, tendones, piel y uñas) y son fundamentales durante todos los procesos de crecimiento y desarrollo. Crean, reparan y mantienen los tejidos corporales; además desempeñan funciones metabólicas (actúan como enzimas, hormonas, anticuerpos) y sirven en la asimilación de nutrientes, transporte de oxígeno y de grasas en la sangre, eliminación de materiales tóxicos y regulación de vitaminas liposolubles y minerales.
Las proteínas están formadas por una larga cadena lineal de sus elementos constitutivos propios, los aminoácidos (aa), de los cuales 20 son absolutamente necesarios para la formación de proteínas corporales. Una proporción de estos proviene de los alimentos que consume el individuo a diario, únicamente 11 no necesitan obtenerse de la dieta, por eso se conocen como NO esenciales, porque el cuerpo puede producirlos utilizando otros aminoácidos que sí deben consumirse en la dieta. Los 9 aminoácidos que no pueden ser sintetizados, se conocen como esenciales y deben obtenerse a través de los alimentos. Algunos aminoácidos no esenciales pueden clasificarse como “esenciales condicionales”, lo que significa que en algunos momentos como durante enfermedades, cirugías o traumatismos, es necesario que haya una ingesta adecuada a través de la dieta, pues el cuerpo por una u otra razón no está siendo capaz de sintetizarlos. Por ejemplo, después de sufrir un accidente o padecer alguna infección, aminoácidos como la glutamina y la arginina pueden considerarse como esenciales condicionales porque se ha observado que la administración de estos en complementos favorece la recuperación.
En países industrializados como Estados Unidos y Canadá, la mayoría de las personas consumen dietas ricas en proteínas; por el contrario, las dietas en países en vías de desarrollo contienen cantidades insuficientes de ellas. Su consumo inadecuado puede afectar muchos procesos metabólicos, por ejemplo, el sistema inmunitario no funciona con eficacia cuando se carece de proteínas fundamentales, lo que ocasiona incremento en el riesgo de infecciones que, si son graves, pueden llevar incluso a la muerte. Las proteínas que se ingieren en la dieta, animales y vegetales, se clasifican con base en su composición de aminoácidos pues pueden diferir en gran medida en las proporciones de aminoácidos esenciales y no esenciales que contienen. Las proteínas animales como la carne, pollo, pescado, huevo y leche contienen grandes cantidades de los nueve aminoácidos esenciales. Por el contrario, las proteínas vegetales no contienen las cantidades suficientes de aminoácidos esenciales, por lo que las animales por contener un gran aporte de aminoácidos se consideran completas o de alta calidad y las vegetales (excepto la soya y la quinua) se clasifican como proteínas incompletas o de baja calidad.
En las dietas típicas estadounidenses, casi el 70% de la proteína proviene de la carne, pollo, pescado, derivados lácteos, leguminosas y nueces. En el resto del mundo solo un 35% de las proteínas que se consumen son de origen animal. A diferencia de las proteínas animales, las vegetales por lo general no contienen colesterol y poseen poca grasa saturada, lo que puede llevar a disminuir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer, obesidad y diabetes. Las dietas que contienen cantidades excesivas o desproporcionadas de proteínas no brindan beneficios adicionales a la salud, por el contrario, aumentan el riesgo para la salud y la adquisición de enfermedades. Un motivo de preocupación es el efecto de exceso de proteínas en los riñones. Además, cuando el exceso de proteínas es principalmente por el elevado consumo de proteínas de origen animal, tal vez la dieta en general tenga un bajo contenido de fibra, de algunas vitaminas y minerales
Es por eso que existen corrientes como el vegetarianismo que han venido evolucionando en los últimos años. Este tipo de alimentación, rico en frutas, verduras, leguminosas y granos con frecuencia ocasionan aumento de consumo de antioxidantes como la vitamina C y E, fibra dietética, fitoquímicos y disminución del consumo de colesterol y grasas saturadas. El vegetarianismo hecho de manera controlada, también ofrece protección contra la obesidad. Uno de los puntos importantes de este tipo de alimentación es que como no comen alimentos de origen animal o reducen su consumo, pueden contener bajas cantidades de proteínas de alto valor biológico y algunas vitaminas por lo que resulta imperativo planearla con mucho cuidado y asesoría médica.
Finalmente, consumir una cantidad suficiente de proteínas es necesario para una buena salud, pero consumir muy pocas o en exceso puede tener también consecuencias graves. Por lo tanto, se recomienda que el consumo de proteínas representa del 10-35% de las calorías totales del día pero siempre guiados en las necesidades particulares o conceptos médicos fundamentados.
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