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La piel, es el órgano de mayor extensión del cuerpo humano, cumple funciones de protección contra agresiones, de barrera para microorganismos y protectora contra el calor y la luz. Además, tiene la capacidad de regular la temperatura corporal y almacenar agua y grasa; por lo que cuidarla, resulta imprescindible para gozar de buena salud en general. Para ello, debemos tener en cuenta los factores externos que pueden afectarla, como los rayos ultravioleta del sol o la exposición indiscriminada a cosméticos, productos farmacéuticos u otros agentes de uso cotidiano; y los factores internos que pueden llegar a manifestarse como una enfermedad de la piel y nos hablan de desórdenes sistémicos.
Lo primero que se debe hacer cuando se quiere establecer una adecuada rutina de cuidado, es conocer muy bien sobre las características específicas de cada uno; pues la piel de cada individuo posee condiciones que la hacen única. Existen algunas clasificaciones que orientan al médico hacia que tipo de piel va a tratar, entre estas se encuentran dos grupos: la clasificación por biotipos y la clasificación por fototipos. Al hablar de fototipos, se hace referencia a la capacidad que tiene la piel de cada individuo para adaptarse a los rayos del sol. Por otro lado, cuando hablamos de biotipos, hacemos referencia a las condiciones específicas que se generan gracias a las secreciones de las glándulas sebáceas y sudoríparas; es decir, hablamos del aspecto que tiene la piel según la cantidad y composición de las secreciones. Esta categorización permite saber, que tipo de productos son los ideales para cada persona. Desde el punto de vista cosmético se pueden distinguir 4 grandes biotipos cutáneos: la piel grasa, la piel seca, la piel mixta y la piel normal.
La piel seca, puede ser causada por ausencia de grasa o por pérdida de agua (generalmente por falta de ambos). Son pieles de aspecto fino, reaccionan fácilmente frente a cualquier estímulo, se caracterizan por presentar descamación, son poco flexibles pues tienden a agrietarse, su apariencia es lisa con poros cerrados casi imperceptibles. Se caracterizan por ser pieles opacas y con tendencia a arrugarse.
La piel grasa, es aquella que presenta mayor actividad de las glándulas sebáceas; por lo tanto, es gruesa, presenta folículos pilosebáceos dilatados (poros abiertos), y su apariencia es mas untuosa y brillante. La tendencia a la aparición de arrugas disminuye, mientras que tiene una mayor predisposición al acné. Es difícil la aplicación de ciertos productos en este tipo de piel, pues estos no penetran bien gracias a la película oleosa o grasa que presentan. La grasa se concentra en regiones como el cuero cabelludo, centro facial o “zona T” de la cara, el pecho e interescapular en la espalda.
La piel mixta en sí, no es un tipo de piel, es la mezcla entre la piel grasa y seca que se mencionó anteriormente. Según la distribución de las glándulas sebáceas y sudoríparas hay áreas del cuerpo, generalmente la cara, donde puede haber predominio de secreción grasa, como es el caso de la “zona t” (frente, nariz y mentón) y piel seca circundante.
Por último, la piel normal es aquella en la que no existe un exceso o déficit de secreciones y cuenta con la cantidad de lípidos necesaria. Su aspecto es terso, con poros poco visibles, es altamente resistente a estímulos externos ya sean químicos o ambientales, al tacto es suave y su color es homogéneo. Es flexible, no presenta descamación de manera habitual, su aspecto es neutro, sin poros sobresalientes.
Hay otros biotipos con atributos mucho más específicos, como las pieles sensibles, que contemplan varias de las características aquí antes mencionadas, pero que se relacionan además con una serie de reacciones exageradas frente a los estímulos externos, lo que las hace aún más delicadas. También, aunque es un poco controversial, existen subclasificaciones para cada uno de los biotipos, por ejemplo, la piel seca que contiene dentro de su categoría a las pieles deshidratadas.
Es por esto, que conocer las particularidades de la piel se hace relevante, pues en el mercado existen muchos productos, cada uno desarrollado específicamente para cada tipo de piel, y además con objetivos diferentes. Dentro de las opciones se encuentran los productos dermatológicos, que como su nombre lo indica, deben ser formulados por estos especialistas debido a que dentro de sus compuestos, hay medicamentos que deben ser recetados con pleno conocimiento de las patologías o condiciones que podrían beneficiarse, sin causar ningún daño en el paciente debido a su uso. Por su parte, los productos cosmecéuticos son aquellos que no requieren formulación médica pues no se consideran un fármaco, pero que si tienen un efecto demostrado en la piel, debido a que sus principios activos son altamente efectivos. Por último, están los cosméticos, los cuales no tienen actividad terapéutica, sino que su uso es completamente estético. Cada uno de estos, desde los medicamentos hasta el maquillaje, tienen que ser cuidadosamente seleccionados para poder obtener resultados favorables sin causar ningún efecto secundario indeseado.
Recuerda que: Lo más importante una vez se identifica un tipo de piel, es contar con una rutina diaria de cuidado personal que incluya limpieza, hidratación y protección solar de alta calidad. En innovación medica contamos con productos para cada uno de estos fines, que permiten el cuidado de los diferentes tipos de piel.
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