El patrón de alimentación más común en las sociedades modernas, que consiste de tres comidas y meriendas, ha sido criticado desde una perspectiva evolutiva. Las primeras conclusiones de los estudios en modelos animales y seres humanos sugieren que los períodos de restricción de energía intermitentes, en los que se alarga el periodo de ayuno a 16 h, pueden mejorar los indicadores de salud, y contrarrestar los procesos de enfermedad. El ayuno se refiere a la alternancia de periodos de alimentación con periodos de privación de alimentos. Existen diferentes modalidades como el ayuno 1:1 que se refiere a un día de alimentación por uno de ayuno, la modalidad 5:2 que son dos días de ayuno semanales por cinco de alimentación, y un tipo especial que es denominado alimentación restringida en el tiempo, que consiste en la restricción horaria de alimentos con periodos de ayuno entre 14 y 16 horas al día. 

Tradicionalmente el ayuno ha estado asociado a creencias religiosas y culturales, como es el caso del Ramadán para los musulmanes, en el cual por 29 días se ayuna durante todo el día, haciendo una pequeña comida en las mañanas basada en semillas y en la noche un poco de vegetales frescos. Esto también es común en otras religiones como la católica, el budismo y el judaísmo, en donde al principio se consideraba que en nombre de las costumbres contradecían el ritmo circadiano y podían poner en riesgo su salud. Sin embargo, con el tiempo y la observación detallada, se encontró que podía traer beneficios relacionados con la longevidad, pues en las circunstancias del desierto y del calor, tanto animales (rebaños de ovejas y camellos) como personas, comen mejor antes del amanecer o al atardecer, y aprovechan para reposar en las horas de calor, y estos periodos de ayuno mejoraron procesos de digestión y niveles hormonales.

Es por esto entonces que, en las últimas décadas, el ayuno modificado ha ganado popularidad para la prevención y promoción de la salud, pues dentro de sus beneficios están una mejor regulación de la glucosa, la presión arterial y la frecuencia cardiaca; un mejor rendimiento en el entrenamiento de resistencia; y pérdida de grasa abdominal.  El ayuno, no solo está indicado para la reducción de peso y el manejo de la obesidad, sino que también mejora la sensibilidad a insulina, lo que en pacientes diabéticos puede significar un retraso en la aparición de retinopatía y ayuda en el control glicémico. Además, también influye en parámetros metabólicos como niveles de triglicéridos y colesterol. A nivel cognitivo se ha visto que puede preservar la memoria espacial, verbal y de trabajo. 

Uno de los pormenores relacionados con este estilo de vida es que es difícil de mantener en el tiempo, pues muchas personas experimentan hambre, irritabilidad y una capacidad reducida para concentrarse durante los periodos de restricción de alimentos, que por lo general desaparecen en el primer mes, pero que en algunos pacientes pueden permanecer indefinidamente. Es por eso que, aún está por determinar que tanto es posible mantener el ayuno intermitente a través de los años para así poder ver los potenciales beneficios observados en los modelos animales. Además, los estudios clínicos se han centrado principalmente en adultos jóvenes y de mediana edad con sobrepeso, y no podemos suponer que tiene los mismos beneficios y la misma seguridad que se han observado en estos estudios en todos los grupos de edad. Por lo tanto, aún hace falta más evidencia respecto a ciertas poblaciones, y es por eso que, aunque los beneficios son amplios, este tipo de régimen de alimentación no es una dieta o una tendencia, sino un hábito que debe estar prescrito por un profesional, adaptado a los requerimientos de cada persona y cada organismo. 

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